Quería descifrar que había en mi alma, hilvanar mis ideas y tranquilizar mi agitado corazón. De pronto una sombra cubrió mi cuerpo, alcé la mirada y una silueta se acercaba, era un hombre de mirada profunda con cabello negro que dejaba ver sus canas.
Me dijo, “Qué bonito te describes a ti misma, mirarte, leerte me inyecta la forma que ves en mi pupila. El amor es magia que transforma y sublima lo que toca. Dejarse fluir por él es el mejor destino para atravesar esta aventura hermosa llamada vida. Parece que tú has tenido ese tino y te felicito por ello”.
La verdad no entendía, entonces le pregunté ¿donde había leído algo sobre mí? ¿Por qué me decía eso?, solo respondió, en tu mirada pude leer sobre tu vida, por tu piel pude percibir lo que sentías.
Comenzamos a caminar bajo arboles frondosos y sobre alfombras de hojas secas, charlamos de poesía y de nuestras melancolías, era como si lo conociera de toda la vida. De repente nos dijimos te quiero, era rápido hablar de sentimientos, ¿sabes qué?, dijo repentinamente, al decirte te quiero no es algo coloquial, existe deseo de amarte y así lo siento.
Ocurría algo extraño entre los dos, había una armonía que ambos percibíamos, yo también así lo sentía, nos identificamos plenamente y él decía estamos en sintonía.
Era como si escucháramos la misma melodía, respiráramos al mismo tiempo y nos alimentáramos del mismo aire, sentíamos exactamente lo mismo, no era algo casual, era verdadero porque nos conocíamos en nuestros sueños.
Después de ese largo paseo, en el que recordamos historias y vivencias, donde hablamos de nuestras experiencias en ese andar de la vida, nos detuvimos frente a la laguna de aquel bosque extenso.
Ya sin mediar palabras en la soledad de la tarde, se aproximó y con sus brazos rodeó mi cintura, su respiración cerca de mi cuello hacia temblar mi cuerpo y mi piel se estremecía indómitamente, no sabia lo que pasaba pero aquello me gustaba.
De pronto sus labios se posaron en mi boca y de un solo suspiro extrajo mi aliento, comenzamos a besarnos desenfrenadamente, sentía su corazón latir fuertemente mientras mis manos sudorosas lo acariciaban tiernamente.
Que sensación tan sublime recorría todo mi cuerpo, era incontenible aquel deseo intenso, de pronto estábamos desnudos sobre el pasto seco, su cuerpo aprisionaba el mío; y en ese momento en que nos amábamos apasionadamente sentimos en un instante el universo.