Anoche te esperé

Largas fueron las horas de espera, sentada en la ventana te buscaba y mi mirada se perdía en aquella interminable noche sombría. Como caballo brioso mi corazón fuertemente saltaba, era difícil de domar porque ese deseo intenso de amarte y estar contigo no lo dejaba enlazar.

De mis ojos manaban lágrimas de tristeza, ni un solo momento pude contenerlas. Comenzó mi ansiedad al ver que no llegabas, mi ilusión se desvanecía al sentirte lejos, me pregunté: ¿Por qué ha de ser así, si a mi vida habías llegado?

Mi alma batallaba entre dos voces calladas, una decía no es para ti, otra calmaba mi afligido corazón susurrando de forma silenciosa ha llegado a ti, tómalo, no importa cuan lejos esté, existe y te pertenece, calma tu espíritu y no lo dejes partir.

Sobre el cielo gris descansaba mi mirada intuyendo tu llegada. Solo una señal necesitaba para apaciguar mi tormento. De pronto vi una estrella a lo lejos del firmamento, sus destellos resplandecientes alumbraba la ensenada, cubriéndola de armonía igual que la noche tranquiliza las aguas del mar bravías.

Abracé tu alma con ternura y besé tu boca con pasión desenfrenada, incontenible estaba como la furia de un volcán. Me observabas fijamente y tu mirada profunda mi cuerpo erizaba, sintiendo una extraña energía que me encendía y me hacia pensar que solo era una fantasía, pero no, no soñaba, todo era real porque estabas frente a mí.

Eras tú, amor, calmando mis delirios, protegiéndome como castillo de cristal o el tesoro mas preciado. Sublime fue sentir tu amor, tal como lo había imaginado, enredamos nuestros cuerpos como lianas en la selva, flotamos en el alma como barcos en la arena, realmente indescriptible la forma que nos hemos amados.

Después de aquella noche intensa la calma volvió a mi cuerpo, me hablabas al oído y suspirabas en mi cuello, al llegar la tranquilidad, hablamos de nuestros paseos, recordamos largas conversaciones en la orilla de la mar y como olvidar tus relatos en el parque. Ahora que eres mío, ahora sé que eres tú mi esperanza.